Guatemala sigue en deuda con el amor diverso y la inclusión – Evan Wolfson

Todos sueñan con una vida de amor y de contribución a su sociedad, no una vida solitaria y de exclusión. La libertad de matrimonio es justicia básica.

Por Evan Wolfson*
En enero, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH) emitió una sentencia histórica que obliga a sus Estados parte a que “garanticen el acceso a todas las figuras ya existentes en los ordenamientos jurídicos internos, incluyendo el derecho al matrimonio, para asegurar la protección de todos los derechos de las familias conformadas por parejas del mismo sexo, sin discriminación”. 

Casi un año después, sin embargo, el gobierno de Guatemala no sólo ha fallado en cumplir este mandato. Además continúa causando daños, humillando y cometiendo injusticias en las personas de la diversidad.

Las familias cobran muchas formas. Todas las familias importan, por lo que la ley debe proteger la dignidad y seguridad de todas. No utilizarlas como un arma para dividir a las personas.

Por qué proteger a todas las familias

En Guatemala, gays y lesbianas quieren la libertad de contraer matrimonio por la misma razón que sus pares heterosexuales. El matrimonio es el lenguaje primordial del amor, el vocabulario de la inclusión y el respecto – y trae consigo una variedad de protecciones legales y económicas que afectan todo aspecto de sus vidas.  

A través del matrimonio, las personas establecen lazos filiales, crían y protegen a sus hijos, construyen una vida juntos. Celebran y refuerzan su amor y compromisos, cuidan de sí mismos, y organizan su retiro y herencia. Poder casarse es poder ser parte de una familia, de una comunidad, y de la sociedad.

En Guatemala, todos sueñan con una vida de amor y de contribución a su sociedad. Nadie quiere una vida solitaria y de exclusión. Esa humanidad común incluye a todas las personas gay, lesbianas, bisexuales y trans en Guatemala.

Negar iguales libertades y protecciones a ciertas personas, incluyendo el matrimonio, no ayuda a nadie y lastima a las familias. Alrededor de 25 países, y más de mil millones de personas viven en un país que terminó la discriminación contra parejas del mismo sexo. Países que otorgan ahora el derecho al matrimonio. Las parejas del mismo sexo han sido reconocidas, sus hijos protegidos y sus padres han bailado en sus bodas y nada malo ha ocurrido. 

Amor matrimonio igualitario

Al contrario, cuando las sociedades no reconocen a todas las familias, creamos grandes riesgos para los niños que buscamos proteger. 

Marta*, por ejemplo, es una hija guatemalteca de dos madres. Ha recibido una gran cantidad de amor y apoyo de ambas, pero a pesar que pasan los años, la ley sólo reconoce a la custodia de la madre biológica.

Si, nadie lo quiera, algo ocurriera a su madre biológica, Marta estaría desprotegida. Si nos importan toda la niñez de Guatemala, ¿Por qué la ley continúa castigando a los niños de familias diversas?

Fernando, mientras tanto, ha tenido dificultad para obtener la residencia guatemalteca de su esposo (estadounidense), porque su matrimonio no es reconocido por la ley local. Han estado juntos desde 1996, pero la ley los trata como extraños.

Nadie se beneficia cuando se fuerza a ciudadanos a emigrar o vivir en exclusión en el propio país por la discriminación a manos del propio gobierno.

Mismos derechos para todos

Cuando las personas escuchan las historias de la vida real de todas las parejas, y pueden abandonar los estereotipos o imágenes falsas, llegan a comprender que todas las personas son seres humanos, y que comparten sus aspiraciones de amor y compromiso.

Y llegan a comprender que valores importantes – como el mandamiento de tratar a los otros como quieres que te traten a ti, o la importancia de tener compasión y amar al prójimo, aplica también para las personas diversas. 

Abren sus corazones y mentes. Comienzan a apoyar la libertad de casarse para todos, como un asunto de justicia básica. Por eso es que católicos alrededor del mundo apoyan el fin de la discriminación, incluso si sus líderes y la jerarquía de la Iglesia siguen en desacuerdo. 

Las empresas también defienden la libertad para todos de casarse. En Estados Unidos, 379 de las más grandes empresas, que también tienen presencia en Guatemala, presentaron un recurso para urgir a la Corte Suprema a finalizar la discriminación a parejas del mismo sexo para contraer matrimonio, hito que se consiguió en 2015. Ningún negocio se opuso. 

Cuando se niegan los derechos humanos, no solo sufre un grupo. Si no defendemos a personas vulnerables de los abusos y la exclusión en un caso, contribuimos a minar el respeto básico, la justicia y la democracia en su conjunto. Somos más fuertes, y nuestra sociedad es más justa, cuando respetamos igualdad de derechos y libertades bajo la ley para todos.

Más del 70% de la población de América Latina permite ahora el matrimonio igualitario: Argentina, Brasil, Colombia, México, Uruguay, con otros en camino a hacerlo. La población guatemalteca no merece menos que eso, y por el bienestar y los derechos de toda la población, por la promoción del amor, y la protección de la democracia misma, es tiempo para la libertad de casarse en Guatemala – y a través de todas las Américas.

 

Evan Wolfson fundó y dirigió Freedom to Marry, la campaña que permitió el matrimonio para parejas del mismo sexo, y ahora asesora otros movimientos y países en la aplicación de las lecciones ahí aprendidas para avanzar otras causas. Visitó Guatemala para participar en el Foro Centroamericano sobre Derechos Humanos de las Personas LGBTIQ, que organizó Visibles, y publicó esta columna en Nómada el 8 de noviembre de 2018.

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