XIX Desfile de la Diversidad Sexual e Identidad de Género

Conmemorando el XIX Desfile de la Diversidad Sexual e Identidad de Género en Guatemala trabajamos junto a Revista Queer una serie de columnas que buscaban retratar las realidades de la comunidad LGBTIQ desde distintas perspectivas.

Enlazamos una de estas importantes piezas con fotografías del evento y recordamos con orgullo lo que construimos.

Una casa para toda la comunidad queer

por Luis Barrueto

Empecemos por lo obvio. Sos parte de una comunidad que se sabe distinta y que a diario le toca resistir y crear tus propios nortes y referentes. Tu experiencia siendo queer ha sido aprender a vivir en una sociedad donde tenés que agarrar aire cada vez que vas a caminar por una zona muy transitada, o por una calle oscura, o estás a punto de entrar a un bus muy lleno. Porque ojalá nadie se entere, nadie se dé cuenta o mejor no reaccione, a tu apariencia. Pero lo hacés y resistís la violencia, porque la culpa no es tuya, y lo que queda es irte haciendo un espacio seguro para crecer, para amar y compartir, para existir y ser. 

Ser queer es llegar a casa y enfrentar lo mismo, en pequeño, porque no se está ni a salvo en lugares y con personas que deberían guardar tu confianza. A veces se siente como habitar ese cuento de Julio Cortázar, Casa Tomada, donde los hermanos protagonistas van cediendo espacios a unos habitantes desconocidos que empiezan a apoderarse –poco a poco– de las piezas vecinas. Hasta que un día agarran sus cosas y emprenden el viaje a otra parte. 

Así que sí, abandonás ciertos sitios, y guardás distancia con ciertas personas. Te toca aprender y resistir, no sin costo, el prejuicio y el odio de diario, y quedarte en algunos enclaves a los que no podés renunciar. Y donde quedarte es hacerlo a pesar de la crítica, del rechazo, del trato distinto. 

Pero cada quien va haciéndose un espacio propio. Y más que un espacio es quizá una constelación, una red con nodos que interconectan los sitios donde vivimos y convivimos con amigos y aliados, donde salimos a divertirnos, cómo nos entretenemos y dónde trabajamos. Así vamos tejiendo una red cada vez más grande de personas que sabemos que están a la mano para nosotros. Con los que se levantan banderas iguales o parecidas aunque no compartamos las mismas visiones,o no del todo. Con los que se crean cosas y se va permitiendo que cada vez tengamos menos miedo y una plataforma más sólida desde donde hacer cada quien lo nuestro y, a veces, ayudarnos. 

Imagen de Lineth Paz

Los orígenes del desfile

El desfile del orgullo se empezó a organizar en Ciudad de Guatemala en el año 2000. Y algunas de las personas que caminaron en aquella primera ocasión estaban virtualmente muertas de miedo. Las anécdotas cuentan que había un operativo de seguridad con más agentes para resguardarlos que el número de personas que de hecho caminaban en la marcha. Antes de ello hubo una marcha más pequeña, que sólo fue bautizada así porque un fotógrafo andaba por ahí y documentó los discursos y los homenajes que varios miembros de la comunidad –notablemente hombres gay y mujeres trans– hacían a su compañera, María Conchita.  

La compañera se dedicaba al trabajo sexual. Murió asesinada más o menos al año de que se firmó la paz – paz con minúscula porque se escribió en un papel y se grabó en las monedas, pero no se constituyó en verdad verdadera ni por asomo. 

Más que orgullo

Imagen de Lineth Paz

La mayoría, afuera, no entiende que el orgullo es más que un desfile. Es sentirnos en casa por lo menos un día, tener la oportunidad de abrazarnos y reírnos con quienes viven en nuestra cercanía. También de sumar nuestra voz a una celebración que comparten muchas más personas. Es un espacio para ser radicales también, como radicales son quienes abrieron brecha y resistieron con frente alta a los golpes y las balas – algunos incluso hace muy poco tiempo. Es un espacio para silenciar las palabras que oímos a diario, en los diarios, en la televisión, en la mesa del comedor, en los pasillos de nuestra existencia, y que todavía siguen promoviendo el odio y prejuicio contra nosotros. Para no escuchar, y tener finalmente la oportunidad de hablar y decir lo que tanto tiempo callamos.

Así, poco a poco, año a año, las filas del desfile se han ido engrosando y hoy hay cada vez más personas, de cada vez más de las identidades que nos componen. Y hay madres y padres, niños y niñas, amigos y amigas de quienes somos parte de la comunidad LGBTIQ. Se escucha y se ve la ciudad doblada sobre sí misma, si ponés atención, hasta puede escucharse como un mar de esperanza golpeando la indiferencia.

Haz click en la siguiente imagen para continuar a nuestro álbum en Flickr.

XIX Desfile de Orgullo Guatemala

Puedes leer las otras columnas de la serie aquí:

Mucho Orgullo y Aún más Prejuicio por Andrés Gabriel.

Agradecemos a Lineth Paz por compartirnos sus fotografías. Más de ella aquí.

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