La orientación sexual o identidad de género de las personas no se puede modificar. Las terapias de conversión que pretenden hacerlo no sólo no logran su cometido, sino que imponen un alto costo físico y psicológico a quienes se les aplican.
En Voces, el ciclo de exploraciones sobre sexualidad e identidades que organiza Visibles y el Centro de Cultura de España en Guatemala, exploramos las terapias de conversión. Contó con la participación de Jeffrey Flores, sobreviviente de varios procesos de esta naturaleza y actual presidente del Club de Género de la Universidad del Valle, y de Alejandra Colom, antropóloga y representante de Fundación Ixcanul.
Las terapias de conversión – también llamadas de reorientación sexual – son todas aquellas prácticas utilizadas para eliminar o disminuir el comportamiento de las personas asociadas a su orientación sexual o identidad de género. Y aunque la mayoría se practican en entornos privados – desde la intimidad familiar y su círculo de confianza, hasta comunidades religiosas y proveedores de servicios en asilos y centros de atención –, son una práctica generalizada y que continúa lejos del escrutinio público.

Tan sólo encontrar a alguien suficientemente valiente para contar su historia es difícil, porque se arriesga exponer y volver a vivir las heridas por las que muchos pasan durante el proceso. En este espacio encontramos dos testimonios que nos ayudan a iniciar la conversación.
Conversión no es aceptación
Flores proviene de una familia evangélica. Y desde esta visión del mundo, que sus padres inculcaron en él, fue desde donde enfrentó una serie de procedimientos que narra en su testimonio y que, si bien varían en técnicas, estaban unidos por un intento de eliminar la fuente de pecado en su persona.
Desde muy pequeño fue con psicólogos y consejeros religiosos que buscaban identificar las causas de su orientación sexual y corregirla. Y él lo aceptó durante mucho tiempo porque, como explica, «Todo el sentimiento que me empujaba a mí a buscar ayuda era la idea de ser pecador. Y la sensación de responsabilidad de actuar sobre ello». A partir de una intención genuina de cambiar, «Pedía a Dios que me quitara eso que no le gustaba», apuntala.
Para Ricardo Marroquín, representante de Visibles, muchas personas pasan por estos procesos de manera voluntaria. Pero esto no quiere decir que estén actuando en el mejor de sus intereses: «No necesariamente debes pasar por un proceso forzoso para entrar en terapias que buscan cambiar tu orientación sexual. Los discursos y reglas que te hacen sentir que tu homosexualidad se puede corregir son un tormento» y pueden ser la razón que te motive a aceptarlos, explicó en sus palabras introductorias.

Los círculos sociales
Las relaciones sociales, en efecto, son uno de los principales determinantes para que muchas personas LGBT accedan a poner en entredicho su orientación sexual o identidad de género. «En algunas comunidades, personas se someten a terapias que atentan contra su propia integridad, por no desagradar a la gente que está alrededor suya. Y de romper esos vínculos que son vitales para la persona», explica Alejandra Colom.

Flores lo confirma desde su experiencia personal: «A lo que yo me arriesgué [al renunciar por fin a pasar por las terapias] fue, desde no poder abrazar a mis hermanos hasta cortar toda comunicación con mi familia». Y para muchas personas, esa ruptura de las relaciones sociales puede significar la pérdida de protecciones básicas, desde un sustento y un techo donde vivir, hasta la propia integridad física al encontrarse en situación de calle.
Esto hace que resulte difícil tomar una decisión por reafirmar su propia orientación sexual o identidad de género, que en esencia es afirmar su propia personalidad. «Y lo que he perdido por vivir como hombre gay visible es esa relación con ellos y tener que alejarme», explica Flores, pero no se arrepiente de hoy vivir plenamente tal como es.
Todo mejora
En el evento también compartimos el testimonio de una mujer lesbiana de 25 años que escribió una carta a su yo de 15 años.
Ésta incluía un repaso de varios años de terapia psicológica, los esfuerzos de su familia y de sus terapistas por negar su orientación sexual y cómo ella misma se negó por años, antes de encontrar un camino hacia la aceptación personal. Su historia, que pueden leer en su totalidad, apunta hacia la posibilidad de encontrar plenitud al reconocer y valorar la propia identidad como intrínseca a la persona:
«Todo se va a poner muy mal antes de que se empiece a mejorar. Pero un día, empezarás a ver la luz. Vas a descubrir que existen otras personas de la comunidad a tu alrededor… y te darás cuenta de que hay gente como tu allá afuera. Estas personas te darán la seguridad y valentía de poco a poco irle contando a tus otras amistades tu pequeño secreto. [Te rodearás] de personas increíbles que te aman más de lo que te imaginas. Encontrarás mucho amor y aceptación en ellas, y te enseñarán a encontrarlo en ti misma también».
