Aceptamos, como se acepta la ley de gravedad o el paso del tiempo, que el hombre debe seguir un modelo tradicional. ¿Pero es cierto lo que nos han dicho sobre la masculinidad? Hombres de Maíz, de Bernardo Euler, es un proyecto fotográfico que explora el tema desde la experiencia de los guatemaltecos.
La masculinidad se asocia a la idea del hombre como pilar de la familia, como proveedor para el hogar y de quien se espera una serie de comportamientos expresivos de ese ideal, entre ellos la falta de expresión de sus emociones, el pragmatismo y la fuerza. También se asocia, según el artista Bernardo Euler Coy, a la permisividad especial que se tiene por el «nene», donde casi cualquier cosa le es permitida.
Y aunque nuestro comportamiento no siempre se ciñe a esa idea todo el tiempo, el cascarón ideológico sigue imponiendo sus demandas y limitando expectativas, valores y normas aceptables según el sexo al que pertenecemos. Pero las ideas son construidas y siempre susceptibles de ser resignificadas.
A través de la historia, la idea de la masculinidad ha sido moldeada y transformada por las principales coyunturas de la civilización: la Antigua Grecia y Roma, el encuentro de Occidente y otras culturas, el medioevo, la Ilustración, el colonialismo, la Revolución Industrial, la invención de la niñez, las guerras, y los activismos y reivindicaciones del mundo moderno.
El fotógrafo arranca su proyecto Hombres de Maíz para adentrarse en estos temas desde una perspectiva que reúne variedad de experiencias de hombres guatemaltecos. Y en el marco de dicho proyecto fotográfico, se realizó un conversatorio el pasado 11 de septiembre, para explorar qué otras masculinidades pueden construirse en Guatemala. Pudimos acompañar ese conversatorio, moderado por nuestro colaborador Ben Kei Chin, y que contó con la participación del educador y ex funcionario público Carlos Aldana, el psicólogo Guillermo Salazar, y el diseñador Yavheni de León.
¿Es verdad lo que nos han dicho sobre qué significa ser hombres?
La actividad inició con la proyección del documental «XY» del guatemalteco Alejandro Arriola, que recoge las visiones de hombres guatemaltecos sobre su educación en el hogar, la escuela e iglesia, así como su concepto sobre lo masculino, donde el rasgo común es la imposición de un canon sobre esa idea. En algunos casos los entrevistados reconocen que se han revelado contra esta educación impuesta y en otros vemos que esa apreciación de lo masculino ya se enraizó.
Carlos Aldana expresó que existe una necesidad de construir un modelo alternativo donde lo masculino no signifique imponer, apoderase de algo, o conquistar. Ser hombre debe ir por el camino de ser complementario con las demás identidades que uno comparte, no reprimir sentimientos, ni dejar lo afectivo por un lado. Aldana hizo énfasis en la estructura educativa que refuerza la separación de roles bajo cánones conservadores que imposibilita conocerse a si mismo y dejar atrás prejuicios de aquello que «nos hace menos hombres».
Guillermo Salazar lamentó que la expresión de los sentimientos en la idea tradicional de masculinidad se ha relegado a lo privado. Salazar es de la idea que hay que relajarse y dejar de pensar en el binario hombre/mujer y, por el contrario, pensar en cómo ser mejores seres humanos, más justos y caritativos.
Y con su experiencia en el diseño, Yavheni de León se enfocó en las características del cuerpo masculino desde la perspectiva de la publicidad, donde la imagen del varón viene de la mano del poder adquisitivo, la fuerza, un cuerpo atlético, una sensación de manejo de la situación a cada momento.
Ante la crítica, nuestra idea tradicional de masculinidad se empieza a resquebrajar. Y aunque el nuevo contenido de lo que suponen las masculinidades alternativas está por definirse aún, existe un grupo de personas cuestionando desde su particularidad. Desde la diversidad sexual es muy frecuente que se cuestione el paradigma tradicional y rígido, pero desde cada experiencia es posible retarlo. Escribe el autor de la muestra:
¿Es el mismo machismo el que practica el hombre ladino, indígena o afrodescendiente? ¿Es cierto que tenemos tanto en común los hombres, únicamente por compartir detalles biológicos o por la supuesta superioridad que implica ser hombre heterosexual, blanco, urbano y solvente económicamente?