El éxodo de los y las migrantes lesbianas, gays, bisexuales y trans

Por Natalia Marsicovetere y Tristán López.

David es un hombre trans hondureño, cuya identidad de género no coincide con su sexo femenino asignado al nacer. Luego de numerosas experiencias de violencia, falta de oportunidades y abusos sexuales, tomó la decisión de migrar hacia Estados Unidos. Lo hizo solo, durante la pandemia, y a su paso por Guatemala, encontró cerradas las fronteras y se expuso a un tránsito aún más peligroso, en el que volvió a sufrir abuso sexual y la pérdida de sus escasas pertenencias.

Como David, miles de migrantes provenientes de Centroamérica se enfrentan a una travesía violenta para viajar hacia México y Estados Unidos, buscando escapar de condiciones estructurales de desigualdad socioeconómica, violencia y privaciones sistemáticas a sus derechos humanos; esto incluye a cientos de personas LGBT. 

La razón es que, aunque la mayoría de migrantes de la región huye de distintas formas de violencia, así como de la falta absoluta de oportunidades para forjarse una vida digna, las personas LGBT también huyen de la violencia por prejuicio.

Migrar para sobrevivir

Del total de asesinatos de personas trans en el mundo, 78% ocurren en Latinoamérica, especialmente en Honduras. No es coincidencia que tres cuartas partes de las personas trans asesinadas en el mundo en los últimos diez años sean migrantes. 

Las personas lesbianas, gays y bisexuales también sufren índices de violencia desproporcionados en comparación a personas heterosexuales, particularmente cuando su orientación sexual se suma a otras condiciones e identidades. Ser mujer, parte de un pueblo indígena o de clase social baja les coloca en una situación de doble o triple vulnerabilidad. Esto, aunado a la ausencia de leyes y políticas que protejan a las personas LGBT y garanticen su derecho a la salud, educación y vivienda. 

Otro aspecto que hace insoportable el ambiente para muchas personas LGBT empobrecidas es la impunidad casi total que existe para los crímenes por prejuicio y la corrupción de las autoridades estatales. No solo los gobiernos reproducen discursos abiertamente homofóbicos y transfóbicos —que promueven la intolerancia e irrespeto a nivel social y cultural—, sino además existe violencia policial en forma de extorsiones y acoso motivado por el prejuicio.  

El tránsito hacia Estados Unidos

Durante su paso hacia el norte, las personas migrantes se exponen a una serie de privaciones y vejámenes causados por la violencia común, el crimen organizado y los mismos Estados, como ocurrió cuando el ejército y la policía guatemaltecas utilizaron la violencia para detener el paso de migrantes. Para las personas LGBT, estas violencias se suman al prejuicio en contra de sus identidades, que suscita violencia de género y sexual. 

En el caso de David, el hombre trans hondureño, haber sufrido violencia sexual en su recorrido le provocó un embarazo y, posteriormente, un aborto espontáneo durante su tránsito en Guatemala. Como el Estado guatemalteco no garantiza la salud para las personas trans y existe un prejuicio xenofóbico en contra de migrantes empobrecidos, las autoridades sanitarias tampoco quisieron atender su emergencia médica.

A esto se suma que las personas LGBT no suelen encontrar protección dentro de las caravanas ni en las casas de acogida para migrantes. Estos albergues frecuentemente desconocen las necesidades de personas LGBT y suelen rechazar su ingreso por lo mismo. Sin embargo, David logró encontrar refugio con la Asociación Lambda, una organización especializada en migrantes LGBT que tiene una casa de acogida, lo cual demuestra la importancia de crear y apoyar espacios seguros para esta población vulnerable. 

Un sueño centroamericano que incluya a las personas LGBT

La migración de personas LGBT tiene causas estructurales que incluyen la desigualdad económica, la discriminación social y estatal motivada por prejuicio, y la ausencia de instituciones públicas.

Evitar que las personas migren no se consigue mediante la represión militar ni el castigo a quienes ya padecen los efectos más dramáticos de esta disfuncionalidad en sus países. En su lugar, hay que construir una alternativa, un sueño centroamericano fundado en el respeto a los derechos humanos y el desarrollo social, que tome en cuenta a todas las personas, incluyendo a las LGBT. 

Las personas migrantes son valientes, les mueve el anhelo por una vida que no equivalga a la condena a la miseria y violencia, una vida donde puedan existir siendo quienes son. Emprender este viaje no solo requiere desesperación, también esperanza, la misma que necesitamos para construir un país que ponga al centro a todas las personas y sus derechos, para así construir el futuro que necesitamos para quedarnos. 

Publicado originalmente en El Periódico.

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