El periodista e integrante de Visibles, Ben Kei Chin, cuenta que por años vivió en silencio respecto a su orientación sexual, pero las circunstancias del país, su profesión, y el apoyo de sus seres más queridos, le ha motivado a hablar y vivir con mayor sinceridad.
Por Ben Kei Chin
A los 35 años, muchas de la situaciones de la vida se dan por hechas. En esta etapa, la mayoría de mis conocidos, familiares y amigos ya se han establecido con familia, hijos y metas a mediano y largo plazo, siguiendo el plan que la mayoría de los hombres siguen sin preguntárselo dos veces. Pero la foto de mi familia siempre ha tenido una particularidad, y es que, a diferencia de mis hermanos, yo aún estoy soltero y sin visos de una vida en familia en el futuro cercano.
Desde pequeño, jamás tuve como propósito formar una familia, eso lo sabían en mi casa. Mis motivaciones eran diferentes: conocer el mundo, crecer profesionalmente y crear historias nuevas. Eso era el motor de mi existencia. Mis metas profesionales me llevaron a lugares donde nunca imaginé estar. Me permitieron entablar diálogos con personajes de la vida nacional a los que pocas personas tendrían acceso. Mi vida iba exactamente como lo había planeado.
Pero en vez de celebrar los hitos que yo había marcado para mí mismo, las preguntas de mi familia constantemente insistían sobre mi renuencia a casarme, o a presentarles una novia. Ante esto, prefería callar, pensando que era asunto exclusivamente mío y que no era de incumbencia de nadie más. Poco a poco me he dado cuenta que siempre tuve miedo a decir la verdad, y en meses recientes, he ido cobrando las fuerzas para empezar a vivir con más sinceridad.
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Desde pequeño supe que sentía atracción hacia personas de mi mismo sexo. Y aunque por mucho tiempo la palabra gay no significaba nada para mí, poco a poco me fui dando cuanta de que al menos no cumplía el plan que muchos de mis amigos habían seguido. Eventualmente, empecé a experimentar y vivir mi sexualidad de forma más plena, pero siempre cuidando de que nadie afuera de mi círculo cercano se enterara. No quería entrar en detalles ni provocar polémica en mi familia o en mi trabajo.
El precio que pagué fue callarme al escuchar comentarios ofensivos o bromas pesadas, aguantarme los comentarios sobre tías que preguntaban por mi novia inexistente, e ignorar los comentarios burlones o discriminatorios de conocidos y amigos. La paciencia de ermitaño es el requisito fundamental cuando se toma el camino del silencio.
En los últimos años, sin embargo, me he dado cuenta de que vivir en la oscuridad es un grave error.
En primer lugar, me di cuenta de que la vida privada no es tan privada después de todo. Luego de mi involucramiento, como periodista, en el proceso de la lucha contra la corrupción y en otros temas que incomodan a muchos actores de la vida nacional, hicieron que muchos perfiles y usuarios anónimos circularan información sobre mi sexualidad y lo utilizaran para intentar desprestigiarme. En pocas cosas han sido tan bajos los defensores de las mafias como en atacar a personas por su orientación sexual o identidad de género.
Ante los ataques, sin embargo, no se puede seguir escondiendo lo evidente. Y en mi trabajo, como en mi familia, respondí de frente y haciéndoles partícipes de mi vida como hombre gay, pero también como periodista exitoso, como amigo, colega, y pariente que además es parte de la diversidad.
En mi espacio profesional, hacerme visible y salir del closet fue tomado con naturalidad y respeto. Y me ha sorprendido que el proceso de aprendizaje ha sido en ambas vías: mis compañeros de trabajo aprendieron a ceder y poco a poco entendieron que la diferencia enriquece, no resta, mientras que yo aprendí a tener paciencia y comprendí que no todos comprenden o aceptan una orientación sexual como la mía con tanta facilidad.
Mi familia siempre me ha apoyado porque, ante todo, valoramos la unión y el cariño que nos tenemos. Y entre mis amigos he encontrado el asidero para expresar, ahora de forma abierta y explícita, lo que por mucho tiempo me vi obligado a esconder. Soy un ciudadano como todos los demás, y por eso considero inaceptable que muchos gays, lesbianas, bisexuales y trans se sientan forzados a esconder quiénes son y a quiénes aman. Y cuento mi historia porque quiero que aprendamos a celebrar nuestra diversidad y porque espero que, poco a poco, el silencio sea cada vez más la excepción y no la norma.
Foto de portada: Samuel Kubani/AFP/Getty Images.